
El aislamiento térmico también protege los materiales de construcción de los efectos del clima. Las fluctuaciones constantes de temperatura pueden generar dilataciones y contracciones en las estructuras, lo que a lo largo del tiempo puede causar fisuras y daños en las paredes y techos.
Además, un buen aislamiento previene la condensación de humedad en las paredes, evitando problemas como la aparición de moho o deterioro en la pintura y revestimientos. Esto prolonga la vida útil del edificio y reduce los costos de mantenimiento a largo plazo.